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MEDIOS PÚBLICOS DE COMUNICACIÓN EN LAS SOCIEDADES DEMOCRÁTICAS
El articulo primero de la Constitución Española sitúa
claramente las reglas básicas que deberán respetarse en
la convivencia de la sociedad de nuestro país. Los valores superiores
del ordenamiento jurídico son: la libertad, la justicia, la igualdad
y el pluralismo político. El articulo veinte desarrolla los derechos
que colaboraran enérgicamente a la consolidación de esos
pilares: la libertad de expresión y su defensa. El Estatuto de
la Radio y la Televisión finalmente aclaró el papel de
los medios públicos audiovisuales.
El ordenamiento jurídico español considera la actividad
audiovisual como un servicio público esencial. Esta concepción
es coherente con la mantenida por el resto de países de nuestro
entorno, y constituye un puntal básico del modelo social de mercado
que identifica a la Unión Europea.
El mantenimiento del servicio público, del interés general
y del acceso universal a la televisión garantizan la cohesión
social, la defensa de los derechos fundamentales y la posibilidad de una
opinión pública libre, básica para el funcionamiento
del sistema democrático.
El cumplimiento del servicio público se debe asegurar, de forma
clara, con la existencia de una televisión pública fuerte
e independiente, como un serio valor diferencial, en un mercado caracterizado
por la opulencia comunicativa y el aumento indiscriminado de ofertas,
pero no por la veracidad informativa, ni por la independencia, ni por
la búsqueda de la objetividad.
Nosotros queremos que todos esos principios básicos y elementales
se cumplan. Defendemos clara y rotundamente la existencia fructífera
de la Radio y la Televisión Públicas, reafirmando la importancia
de reforzarla y la prioridad de proporcionarle todos los medios que sean
precisos para realizar información y programas competitivos y de
calidad.
Así se resume nítidamente la filosofía que sustenta
las actuaciones del FORO de Organizaciones de Periodistas y que defenderá
siempre respecto a la Radiotelevisión Pública.
Reivindicamos el derecho de los ciudadanos a recibir información
libre, veraz e independiente. Nos corresponde el difícil papel
de buscar el equilibrio entre derechos que a veces aparentemente se pueden
solapar.
En España cohabitan de facto las cadenas públicas transnacionales,
las plataformas digitales, las públicas nacionales, las públicas
autonómicas, las privadas nacionales, las de pago, las locales
en cadena, las locales... Todo eso sin ajustar claramente las lindes y
condiciones del campo de juego, con visión global.
Se mantiene el debate de lo público y lo privado en el sistema
de comunicación unidireccional más potente hasta hoy en
día: es machacón, aunque no inútil, repetir que la
televisión multiplica, con su audiencia, el número de lectores
del periódico de más tirada, lógicamente, en su mismo
ámbito.
Construir un discurso diferenciador entre las televisiones públicas
y las privadas es, hoy día, en España, harto difícil
dado el esquema de funcionamiento "tipo-privada" que se han
visto obligadas a adoptar la mayor parte de las públicas y en especial
Radiotelevisión Española, al no contar prácticamente
con otros recursos que los obtenidos de la publicidad y la comercialización
de sus productos, como cualquier TV comercial. Es decir, al no contar
con la financiación adecuada.
De esa situación de ambigüedad debería derivarse una
mayor sensibilidad de los gobiernos, para garantizar, sin actitudes dubitativas,
el porvenir de las televisiones públicas, imprescindibles para
la vertebración de Europa y para garantizar el modelo de la UE
que identifica a la televisión y a los medios de comunicación
como mecanismos clave para la creación de nuevos ciudadanos y consumidores
modélicos en el mercado único y para la definición
de lo que significa, en la era de la integración, ser europeo.
La directiva sobre la Televisión sin Fronteras apuntaba al desarrollo
de un nuevo espacio audiovisual que apoye el proceso de armonización
política y social.
Ya en 1996 la Comisión Europea estimó que la financiación
de una cadena de televisión pública por el Estado constituía
"una compensación a sus obligaciones como servicio público".
El Protocolo sobre el sistema de radiodifusión pública
de los estados miembros de la Comunidad Europea, firmado como anexo del
Tratado de Amsterdam, considera que el sistema público de los medios
audiovisuales está directamente relacionado con las demandas democráticas,
sociales y culturales de cada sociedad, y con la necesidad de preservar
el pluralismo de los medios de comunicación. La prestación
de este servicio público exige la doble financiación y sólo
así es posible.
Una actuación como la del Estado Español, dejando a su
Televisión Pública al albur de los dictados de la publicidad,
rompe estos principios y deja a España fuera del proyecto.
Mientras todos los partidos con mayor o menor sinceridad se han apuntado
a la defensa de las Radio Televisión Publica, se suceden ataques
contra ella desde diversos frentes, especialmente de grupos multimedia
que controlan diarios, revistas, radios, televisiones, productoras
y hasta telefonía.
Se les facilitan argumentos dado que el Gobierno de turno, ya sea del
Partido Popular actualmente o Socialista antes, siempre ha permitido que
RTVE acuda a la formula del endeudamiento antes que cumplir la Ley del
Estatuto de la Radio y la Televisión que les obliga a subvencionarla
adecuadamente.
En su programa electoral del 96 el Partido Popular contemplaba la privatización
de RTVE, posteriormente reajustaron sus planteamientos y esta opción
desapareció de sus proyectos inmediatos según todos los
indicios. Hoy parece que el PP apuesta por un Grupo Público Audiovisual
comparable a los demás modelos europeos sobre la base de la filosofía
política en la que se basa la Radio y la Televisión de titularidad
estatal en Europa; en cuanto a modelo, tamaño y financiación
no está tan claro que la apuesta sea tan sincera.
Y además podemos observar gran ambigüedad si constatamos
la decisión del Gobierno de situar al grupo RTVE dentro de la SEPI.
La obligación de afrontar la grave situación económica
de la radiotelevisión pública, no se compadece con la realidad
de las decisiones adoptadas. La SEPI es el instrumento para privatizar
empresas públicas, no para gestionar entes autónomos. La
SEPI, por tanto, no está para resolver situaciones generadas por
el incumplimiento de la Ley, es decir, del Estatuto de la Radio y la Televisión,
que consagra la financiación pública -vía subvención-
de RTVE, cuestión no asumida por los gobiernos del PSOE y tampoco
por los gobiernos del PP.
Este incumplimiento de la Ley no se solapa con medidas de huida hacia
delante sino reponiendo la legalidad; es decir, subvencionando suficientemente
RTVE como lo que debe ser: un servicio público esencial. Como lo
que es en toda Europa. No tratando de llevarla a emular el desastre de
la PBS, la Televisión Publica Norteamericana, testimonial y, en
realidad, inexistente.
El mercado no es la panacea para regularlo todo y mucho menos la jungla
de unos medios de comunicación de notable influencia, sometidos
adicionalmente a procesos de concentración de la propiedad, desde
los que se pueden emitir mensajes uniformes y nada plurales; eso sí,
en aras de la libertad de expresión... de unos pocos, claro.
El proyecto y el deseo de las empresas privadas es, por supuesto, hacerse
con la propiedad de las cadenas publicas o reducirlas a lo que son las
PSB norteamericanas, (televisiones no del todo públicas, cofinanciadas
por el Estado y por fundaciones e instituciones culturales de carácter
privado) con lo cual, no sólo se evitan la competencia sino que
tienen en sus manos el enorme poder que supone el manejo y emisión
de la información.
En la comunicación de la Comisión Europea, "Hacia la
sociedad de la información en Europa: Un plan de acción",
dirigida al Consejo y al Parlamento Europeo, al Comité Económico
y Social y al Comité de las Regiones, se explicita: "El marco
reglamentario que se aplica al contenido de los servicios audiovisuales
debe contribuir a garantizar la libre circulación de estos servicios
en la Unión. Debe igualmente responder a las posibilidades de crecimiento
en este sector abiertas por las nuevas tecnologías. Estas medidas
deben tomar en consideración la naturaleza especifica, y en particular
la incidencia cultural y sociológica de los programas audiovisuales,
sea cual sea su modo de transmisión. La televisión tradicional
constituye un servicio importante para hacer penetrar la sociedad de la
información a domicilio.
Pero el consenso europeo sobre el asunto no ciega el debate permanente
entre quienes son partidarios del liberalismo a ultranza, es decir del
mercado como único regulador, y los defensores del servicio público
como única garantía de defensa de la pluralidad. No se puede
dejar de lado que la lógica de la televisión privada está
en contradicción con cierto tipo de emisiones y limita peligrosamente
la diversidad de la oferta. El único objetivo es la consecución
del beneficio máximo, generalmente económico, aunque a veces
sea ideológico y político; para alcanzarlo, el dios principal
es la investigación de audiencias. Importa la cantidad de gente
frente a la pantalla, no la satisfacción o el interés producido
por lo que se emite. El anuncio que provoca un instante de emoción
televisiva no es más eficaz, según parece, que el que hace
reaccionar a un ama de casa despistada o despierta a un telespectador
adormecido en su butaca, que es la gloria a la que aspiran los publicistas.
Por eso donde prima la competencia comercial no se gasta un euro en ampliar
las encuestas de simple audiencia al conocimiento del interés suscitado,
la satisfacción producida o el efecto logrado en los telespectadores.
Y esta es una situación muy grave para las televisiones públicas:
no tienen instrumentos que les permitan orientar y graduar sus esfuerzos.
Falta el conocimiento de la intensidad de la comunicación y eso
produce que la televisión basura sea colocada en la misma escala
que la de calidad, la elaborada, que hace vibrar, pensar o emocionarse
al telespectador. Y por tanto las televisiones públicas, ante esa
realidad y más en el caso de las españolas, tienen que comparecer
en el mercado marcando su rumbo con instrumentos diseñados para
la simple competencia publicitaria, eligiendo entre banalizarse o acabar
marginándose situadas casi fuera del circuito. El ejemplo claro
de marginación es la televisión pública norteamericana,
la PSB, con una audiencia total del 1 por ciento. A esa presencia marginal,
rondando lo clandestino, no puede aspirar ninguna televisión, por
muy pública o resignada que sea.
Otro ejemplo de la importancia del servicio público en la TV, se
observa con una simple comparación: En Francia existen más
emisores y remisores que en todo el inmenso territorio de Estados Unidos.
¿Por qué? Porque la cobertura importante la regula el mercado
y a las corporaciones privadas que reinan allí sólo les
interesan los grandes núcleos de población.
Sin embargo, alternativamente las emisoras locales han alcanzado un alto
grado de madurez y desarrollo, con fuertes niveles de audiencia en las
horas de emisión de sus informativos locales.
Tanto las televisiones autonómicas, como las privadas, especialmente
éstas últimas, se han diferenciado desde su nacimiento por
la disminución de medios tanto técnicos, como humanos, en
sus métodos de producción, esto alcanza una evidencia mayor
en las locales.
El sometimiento a las leyes de la competencia ha obligado a las públicas
a adaptar sus estructuras a toda velocidad a estos métodos, rompiendo
de esa forma lo que debería ser imagen de marca del servicio público:
el culto a la calidad, aún a costos más elevados.
Los niveles de empleo han caído por tanto en picado, no sólo
en cantidad, sino en calidad, y llegándose a la explotación
pura de buen número de profesionales, mientras se pagan cantidades
desorbitadas a las llamadas figuras.
Directamente la televisión, antes de la aparición de las
privadas, daba trabajo a unas 20.000 personas; actualmente la cifra se
sitúa debajo de las 18.000. No sólo no se ha creado empleo
sino que se ha destruido y precarizado en un desmesuradamente elevado
número de casos.
Una de las actuaciones exigibles a las televisiones públicas normales,
es no desechar introducirse en lo que se llaman "inversiones de riesgo",
especialmente en el terreno de la cultura, la información y la
propia difusión.
Para una TV pública, las minorías, deben ser importantes.
Y un núcleo de sesenta personas es tan respetable para garantizarle
la cobertura, como una comunidad de doscientos mil.
Los intentos de desarme y desmontaje pieza a pieza de la televisión
pública no casan con el papel difusor de la cultura que asigna
el tratado de la Unión Europea al audiovisual, pero esta sólo
puede jugar un papel de buen nivel si las circunstancias no le impiden
establecer una buena e intensa relación de comunicación
con el ciudadano; estando obligada la pública a cuidar que la destilación
de la cultura "por porosidad" que facilita la TV, no acabe en
inoculación perniciosa.
Insistimos en no olvidar que el mercado es el enemigo natural de la Cultura.
El sometimiento de esta a sus reglas significaría su laminación.
De facto la información ha dejado de considerarse un bien
publico para situarla en el plano de la pura mercancía.
Retomando el asunto de lo que une y lo que separa a las distintas modalidades
de televisión, conviene apuntar lo obvio: que deberían ser
complementarias; el panorama español es la tendencia, más
que observada, a ser generalistas. Lo que hasta hoy se ve como una aceptable
idea para difundir información local y canalizar las inquietudes
comunicativas de comunidades concretas, que no tienen porque coincidir
con las de otras comunidades, puede convertirse en más de lo mismo...
pero peor hecho.
El sector audiovisual, en el que durante los últimos años
se han venido produciendo importantísimos cambios, continuará
en permanente y progresiva mutación basada, de forma especial,
en rápidas transformaciones tecnológicas.
Pero, la prestación de los servicios de radiotelevisión
habrá de conjugar adecuadamente los principios de libre competencia
y de igualdad, para que la libertad y la igualdad del individuo y de los
grupos en que se integra, sean reales y efectivas.
Durante estos años se están produciendo alianzas, asociaciones
y fusiones nacionales y multinacionales, tanto con integraciones horizontales
entre diferentes medios, como con nuevas integraciones verticales, (entre
industria cinematográfica, industria de producción de programas
de televisión, servicios de radiodifusión sonora y televisión,
operadores de cable y telecomunicaciones, industria de la edición,
fabricantes de equipos de recepción individual -codificadores y
antenas parabólicas-, fabricantes de equipos y de nuevas tecnologías
-de acceso condicional-, informática, detentadores de catálogos...),
en una sociedad de la información que será cada vez más
multimedia e interactiva.
Este esfuerzo integrador deberá ser atemperado para que no se produzca
un proceso de concentración que lleve a nuevas fórmulas
de monopolio. La necesaria fortaleza no debería derivar en posiciones
de dominio de mercado y de la sociedad y ésta es una de las preocupaciones
que deben ocupar al legislador español y al europeo en favor del
necesario pluralismo.
La televisión por satélite y cable, así como la televisión
de pago, han conducido a importantes cambios, pero su desarrollo será
velozmente mucho mayor, ya que con la comprensión digital no sólo
están apareciendo muchas mas ofertas temáticas sino que
ya es posible la combinación de las mismas con otros productos.
El desarrollo tecnológico produce una diversificación de
lo audiovisual y de la radiodifusión sonora y televisiva.
La globalización, en la que España debería jugar
un importantísimo papel al contar con un idioma evidentemente poderoso,
no debe, sin embargo, producir marginación de mercados nacionales,
regionales y locales, sino todo lo contrario. La diversidad de culturas
nacionales y regionales, la personalidad de los diferentes pueblos europeos,
la promoción de las distintas culturas europeas y el respeto, al
mismo tiempo, de la identidad de cada país han de estar siempre
presentes.
La multiplicación de canales de televisión no está
teniendo los efectos deseados de estimular la demanda de producciones
europeas sino, por el contrario, socavar las fuentes de financiación
de las cadenas y forzarles a recurrir a programas importados más
baratos (producciones provenientes de catálogos ya amortizados
en otros mercados). La televisión es y ha de continuar siendo,
locomotora para la producción audiovisual europea, con las televisiones
públicas a la vanguardia. Sin un sector de la radiodifusión
económicamente viable, las cuotas y ayudas para las producciones
europeas no conseguirán resultados significativos.
Es necesario el mantenimiento y desarrollo de unas fuertes radiotelevisiones
públicas en un entorno en creciente competencia y de rápidos
cambios tecnológicos, de forma que se garantice una amplia gama
de programas de información, formación, cultura y entretenimiento
a todos los ciudadanos, si bien también deberán prestar
otros servicios: interactivos, de acceso condicional, canales temáticos...
En Europa, en la mayoría de los casos con mejor y más clara
regulación, se sigue sufriendo durante los últimos años
una situación de acoso y derribo similar al temporal que capea
la radio televisión pública en España, pero la ola
-como decíamos en las líneas anteriores- ha decaído
y hoy, en todos los foros en los que participamos, la actitud clara es
la defensa de las RTVs públicas y del importante papel que juegan
en la Unión Europea en la vertebración de sus sociedades
y en la aproximación de unas culturas a otras y lo que significa
de comprensión de los caracteres de otros pueblos a los que los
tratados hermanan.
Las radiotelevisiones públicas europeas asumen un importantísimo
papel mediante el cumplimiento de diferentes misiones, tal y como se ha
subrayado en diferentes foros internacionales pilotados por la Unión
Europea:
- Ser vertebradoras de la democracia
- Servir de punto de referencia a todos los ciudadanos.
- Actuar como factor de cohesión social e integración de
todos los individuos, grupos y comunidades, rechazando cualquier tipo
de discriminación cultural, sexual, religiosa o racial así
como cualquier forma de segregación social.
- Ser foro público de debate en el que el más amplio espectro
de puntos de vista y opiniones pueda ser expresado.
- Elaborar programas pluralistas, innovadores y variados con altos niveles
éticos y de calidad sin sacrificar el objetivo de una mayor calidad
a la dependencia del mercado.
- Desarrollar y ofrecer parrillas de programas y servicios de interés
para un público amplio, atendiendo al mismo tiempo, a las necesidades
de grupos minoritarios.
- Reflejar las diferentes ideas y creencias de la sociedad, con el objetivo
de estrechar la mutua comprensión y tolerancia.
- Promover las relaciones comunitarias en sociedades pluriétnicas
y multiculturales.
- Contribuir activamente a una mayor estima y difusión de la diversidad
de culturas europeas y ser testimonio vivo de las tradiciones y de la
identidad de cada país.
- Servir de piedra angular que impulse la concepción, producción
y distribución de obras audiovisuales europeas, rompiendo la bipolarización
nacional / americana en el sector de la ficción.
- Asegurar una significativa proporción de producciones propias
y originales: películas cinematográficas, espacios dramáticos
y otras obras creativas, teniendo presente la necesidad de contar con
productores independientes y de cooperar con la industria cinematográfica.
- Hacer posibles y disponibles para los ciudadanos servicios y programas
que normalmente no serían ofrecidos por televisiones privadas.
Para lograr todo esto, las radiotelevisiones públicas han de contar
con medios de financiación a la altura de las importantes misiones
que tienen encomendadas. Por ello, el Estado y las Comunidades Autónomas
deben hacer posible el correcto desempeño de las mismas con un
adecuado sistema de financiación mediante fondos públicos,
aportaciones públicas directas, como manda la Ley 4/80, del Estatuto
de la Radio y la Televisión, junto, en su caso, a otros ingresos:
publicidad, comercialización...
Este sistema de financiación ha de contemplarse en un horizonte
temporal amplio, de tal forma que permita a las radiotelevisiones públicas
efectuar planes a largo plazo e ir llevando a cabo, con la suficiente
y necesaria antelación, los correspondientes compromisos en la
producción de programas y adquisición de derechos. La financiación
publica también deberá contribuir a la prestación
por las radiotelevisiones públicas de servicios temáticos
y al desarrollo y explotación de nuevas tecnologías (en
la producción, emisión y en nuevos servicios, especialmente
los interactivos) que permitan el más completo cumplimiento de
las misiones que les corresponden.
Todo ello ha de quedar encuadrado en un marco legal y unas estructuras
que garanticen la independencia de las radiotelevisiones públicas
frente a interferencias políticas o económicas. El Estado
y las CCAA habrán de esforzarse en asegurar que la crucial contribución
que las mismas prestan al pluralismo y al derecho de los ciudadanos a
recibir información y una equilibrada programación, no se
vea perjudicada por prácticas económicas de concentración
de medios, adquisición de derechos en exclusiva y control sobre
sistemas de distribución (como los de acceso condicional). Se debe
exigir el cumplimiento de la Resolución del Parlamento Europeo
que limita las opciones concentradoras y defiende el pluralismo.
Porque, para garantizar nuestro derecho a creer en la información
que recibimos, perseguimos saber en manos de quién está
el gran poder de la comunicación. Quién está detrás
de los diarios con más difusión, de las cadenas de televisión
y de las emisoras de radio con más audiencia, en definitiva, quién
está detrás de las opiniones y contenidos que nos llegan
a través de los medios y la maraña enredada en torno a ellos
nos dificulta hasta lo imposible la misión.
Debemos tener en cuenta el proceso de convergencia tecnológica
que se está produciendo en todos los campos hasta la unión
de los servicios de telefonía con la televisión por cable
e Internet y a eso se están apuntando las grandes empresas de telecomunicaciones
y no tan sólo las tradicionales empresas de comunicación.
Tenemos también que considerar la incorporación de las nuevas
tecnologías a los medios de la televisión y de la radio,
como la digitalización por satélite, cable o terrestre.
Y la importancia cada vez mayor que va adquiriendo Internet, tanto por
la presencia de los medios en la red, como por la gama tan amplia de servicios
que ofrece.
La buena salud de las radiotelevisiones públicas ha de ser considerada
vital para garantizar el entorno audiovisual en su conjunto. En un nuevo
mundo audiovisual, con una cada vez mayor internacionalización
y crecientes cambios tecnológicos, las radiotelevisiones públicas
deben seguir jugando un papel clave en el cumplimiento de unas misiones
que le son propias.
Resumiendo, podemos recoger las conclusiones, absolutamente vigentes,
del Seminario Internacional sobre Radiotelevisiones Públicas, celebrado
en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad
Complutense de Madrid:
- La radiotelevisión pública es imprescindible para el desarrollo
plural de una sociedad libre.
- La radiotelevisión pública debe ser financiada por el
Estado; éste tiene una seria responsabilidad cuando no la dota
de medios.
- En el caso de la RTV Pública los valores de la democracia se
están colocando debajo de los valores del mercado.
- No se puede pasar de un monopolio público a un monopolio privado.
- Sorprende que algunos se extrañen de que, obligada a la competencia
y financiada sólo por la publicidad, la Televisión Pública
deteriore sus contenidos.
- No se puede arreglar la RTV Pública si no se arregla antes el
panorama audiovisual completo.
- En el caso de España, frenar el progresivo desquiciamiento
del sistema español, causado por el tránsito de la RTV
Pública desde el monopolio hasta la coexistencia con las privadas,
sin modificación del marco normativo.
- En las Comunidades Autónomas se debe hacer un esfuerzo por
hacer llegar una Televisión Pública que colabore activamente
a su integración.
- Es urgente una legislación europea seria y completa que proteja
claramente la RTV Pública y regule todo el audiovisual.
- Actualmente las circunstancias llevan a que la radiotelevisión
pública tenga que asumir lo que no quieren las privadas y competir
con lo que tienen las privadas; con el inconveniente normativo adicional
de una menor flexibilidad empresarial.
- Invertir en Comunicación es tan rentable como invertir en carreteras,
por ejemplo.
- El peligro actual para el pluralismo es la concentración de
la propiedad.
La radiotelevisión pública debe ser una garantía
de calidad del producto y una garantía para el público-audiencia,
el público-elector y el público-ciudadano, sujetos generalmente
pasivos del mensaje audiovisual.
Tenemos perfectamente claro que:
La televisión pública garantizando el derecho a una
información veraz y ética, garantiza rotundamente el derecho
a la libertad de expresión.
La democracia de masas es el avance más importante en la historia
política de la humanidad: Jamás un número tan elevado
de ciudadanos había estado tan informado y participado en procesos
electorales de forma tan igualitaria. Son los medios de masas y, en
vanguardia la televisión pública, quienes pueden asegurar
esta igualdad indispensable para el ejercicio de la democracia.
La televisión no es un freno, ni una rémora para la democracia,
al contrario, es una condición para su ejercicio. La televisión
es para millones de ciudadanos el principal, por no decir el único,
vehículo de información, de distracción y de cultura.
Esto crea una responsabilidad que sólo se puede reclamar a la
Radio Televisión pública.
A medida que la televisión pública sea más independiente
que el conjunto de las televisiones existentes, le será más
fácil afrontar esta responsabilidad. La total independencia real
le permite y a la vez le obliga a asumir la máxima responsabilidad.
Al contrario de lo que suele mantenerse, las televisiones privadas no
son independientes del poder político. Las cadenas privadas han
de estar - por razones financieras, como mínimo - ligadas a grandes
grupos de comunicación que están en negociación
permanente con el poder político.
La igualdad en la televisión es su clave, puesto que llega
a todo el mundo y todos hablan de ella, desde lo más alto a lo
más bajo de la escala social. En una sociedad en la que las desigualdades
son más numerosas que las medidas en favor de la igualdad, la
TV se convierte en una de las únicas actividades realmente igualitarias.
Nadie duda que una televisión pública generalista, satisface
algo más fácilmente la exigencia de comunicación
de masas que la televisión privada, obligada a satisfacer previamente
el pensamiento, las ideas y los intereses de sus dueños y, sobre
todo, a conservar sólo aquellos programas que sean rentables.
La televisión pública conecta directamente la información,
la cultura y el entretenimiento, sin tener que realizar permanentemente
la conexión intermedia: obtención de beneficios.
La televisión pública no es por si sola garante de la
libertad de creación, pero dentro de las dificultades que implica
siempre el tener que seleccionar, puede, por su condición, facilitar
mucho más ampliamente (dedicando espacios aunque no sean rentables)
el ejercicio de esta libertad.
La televisión pública debe admitir la primacía
de la oferta sobre la demanda, como se constata en la mayor parte de
las industrias culturales. Sin embargo, la oferta lleva consigo una
cierta exigencia de calidad, y tiene la obligación de repercutir
también en la demanda. Se dice que partir de la oferta, rechaza
el razonamiento de la esclavitud de la audiencia. Esto es, olvidar que
el audímetro no mide la demanda sino la reacción ante
la oferta. Pero si la oferta es mala, hay posibilidades de que la demanda
la refleje y viceversa.
La televisión pública al valorar el papel de la oferta
introduce una cierta independencia con respecto a la audiencia, y los
dirigentes de la televisión pública pueden aplicar una
política de programación que no busque resultados inmediatos.
Los resultados no dependen únicamente de la audiencia, se pueden
ofrecer en horas de "prime time", programas que no tengan
(que no aseguren) la audiencia más importante, y evitar el rechazo,
en una hora más tardía de la noche, de programas más
inteligentes.
Mantener la existencia de un principio de calidad en la televisión
pública, para asegurar las emisiones, con el fin de evitar que
la explosión comercial de la comunicación no sea dirigida
únicamente por el mercado.
Puede garantizar que en el horario infantil sus programas sean los
adecuados y sumando las modernas técnicas electrónicas,
los padres podrían programar las televisiones limitando a los
niños el acceso a sólo esas programaciones.
La televisión pública facilita el mantenimiento de un
sector de producción diversificado y no reducido sólo
a programas de gran éxito. La existencia de una industria diversificada
de programas es condición necesaria para que pueda existir una
oferta variada de emisiones.
Revalorizar la financiación pública de la televisión
es esencial en este momento; cuando muchos quieren someterla únicamente
al dictado del mercado. Cuando en casi todos los países existe
una gran protección económica de la prensa, la industria
editorial y el cine. ¿Por qué se admite la fragilidad
de estas industrias culturales y se le quiere negar la mayor a la televisión?.
La utilidad social y cultural de la televisión ¿no merece
también participar en estas reglas del juego económico?.
¿Se dejaría la ciencia, la educación, la defensa,
o la salud al solo arbitrio de las reglas del mercado?
Los intentos de desarme de la radiotelevisión pública
no casan con el papel difusor de la cultura que asigna el Tratado de
la UE al audiovisual ni con las resoluciones de la cumbre de Amsterdam.
No conviene olvidar nunca que el mercado es el enemigo natural de la
cultura. El sometimiento de ésta a sus reglas significaría
su laminación.
Si hacemos referencia a las instituciones democráticas conviene
plantearse seriamente que los poderes legítimamente representativos
y elegidos o sancionados en las urnas (Presidentes República,
Reyes, Gobiernos...), no pueden depender del favor de la emisora privada
para dirigirse a los ciudadanos cuando la ocasión lo exija. Las
televisiones públicas cumplen directamente ese papel, escasamente
utilizado en las democracias, pero de imprescindible presencia y regulación.
La televisión pública de los países desarrollados
está en la mejor posición para colaborar al desarrollo
de otros pueblos de su área idiomática, sacrificando posibles
beneficios económicos.
La rentabilidad económica indispensable no debe hacernos olvidar
que alrededor de los receptores se sitúan millones de personas
para las que la televisión es el compañero más
íntimo de su vida privada y su único medio de acceso al
mundo que le rodea.
La posibilidad más potente de la televisión es el poder
de participar libre e individualmente, (desde casa), en una actividad
colectiva. Es la mezcla de estas dos dimensiones contradictorias: el
consumo privado de una actividad colectiva, la que establece un vínculo
social irremplazable en una sociedad de masas. Contrariamente a lo que
se afirma con frecuencia, la televisión no crea aislamiento,
sino todo lo contrario. La televisión nos llegó después
de las grandes transformaciones sociales, que tuvieron lugar en los
últimos tiempos y de la creación de los grandes suburbios
periféricos de las ciudades, con el añadido de la fragmentación
de la familia; una época en la que se han multiplicado las situaciones
de soledad. La televisión, si la analizamos mejor, es sobre todo
un remedio a la soledad, más que una causa de ésta. Ha
contribuido a paliarla mucho más que a crearla.
La televisión pública contribuye a frenar la instalación
de una televisión de dos velocidades: una generalista y baja
de gamas, pero cuyos programas se aseguran un cierto éxito; y
otra de una temática monográfica y de pago para los programas
verdaderamente interesantes. Por el contrario, la fuerza de la televisión
pública es ofrecer el mayor número de programas interesantes
en una parrilla en la que el espectador tenga la libertad de escoger.
Es más fácil hacer cadenas monotemáticas que
generalistas que sirvan al espectador en función de su demanda,
sin ensayar o buscar el interés en otros temas. Bajo la apariencia
de la libertad (privadas) se restablecen una serie de desigualdades
sociales y culturales, que mantienen el orden preestablecido y no cuestionan
nada que "no deba ser cuestionado".
Los liberales igualan Europa a un mercado, mientras la Comisión
quiere utilizar la televisión para acelerar la construcción
de una identidad Europea bastante inconcreta y de difícil vertebración.
En ambos casos, la televisión se encuentra en el centro de una
serie de conflictos económicos y políticos considerables.
Si el espacio europeo se abre en un plano económico y político
(moneda única, Tratado de Schengen, unidad política...),
sería aconsejable conservar al menos un factor diferencial: las
identidades culturales, que hoy aparecen en cada una de las televisiones
nacionales. Si la forma de ser de Bélgica o de Francia, países
muy próximos, reflejan en sus respectivas televisiones estilos
propios y diferenciados, acomodados a cada una de sus culturas; qué
decir entonces de Gran Bretaña y Grecia, o de Dinamarca e Italia,
España o Portugal.
No es el momento en el que desaparecen las fronteras, el más
adecuado para reclamar un espacio de comunicación europeo. Se
hará, pero mucho más despacio que la Europa Económica
y Política, precisamente porque las televisiones son la expresión
de identidades culturales independientes que permanecerán durante
bastante tiempo como únicos factores diferenciales. Se tiene
que construir Europa, pero es necesario preservar las identidades nacionales
frente a los que quieren reducirlas. Sin perder de vista que en muchos
de los países de la UE, existen identidades regionales muy diferenciadas,
subrayadas incluso por la posesión de televisiones públicas
regionales: Alemania, España, Bélgica.
La televisión pública está mejor situada para
representar o reflejar una identidad nacional y una apertura progresiva
a otras identidades.
Es imprescindible la existencia de televisiones públicas, para
evitar la identificación del espacio audiovisual con los intereses
de los grandes grupos de comunicación.
La desaparición de fronteras históricas en Europa, y
la reaparición de otras diferentes, ha aumentado la necesidad
de respetar las diferentes entidades políticas, geográficas
y culturales. Y en su seno, conservar el rol jugado por las televisiones
como medio de masas. Estos países y sus culturas, requieren,
todavía más que los países del Oeste de Europa,
el respeto a su historia pasada e inmediata.
La cooperación de las televisiones en Europa constituye un medio
para evitar la contradicción entre nacionalismo y construcción
de un nuevo espacio europeo, entre identidad y expansión en Europa.
Y ese marco de cooperación sólo se puede dar, desnudo
de intereses particulares, entre radiotelevisiones públicas.
Si la televisión pública no puede aportar por sí
misma ninguna respuesta ideal, nadie puede permitirse en nombre de la
modernidad (que a menudo oculta intereses inconfesables) descalificar
su aportación.
En cualquier caso y aceptando la concurrencia entre los sectores público
y privado, hay que impedir que los propietarios de las televisiones
privadas pretendan construir sus imperios sobre las cenizas y la tierra
quemada de las televisiones públicas, por la vía de su
descalificación permanente y de acusaciones gratuitas sin base
real.
Las televisiones privadas no garantizan, en absoluto, ni el pluralismo,
ni la independencia, ni la libertad de expresión y esto sí
se puede garantizar en las públicas que no están sometidas
a entramados inexpugnables de concentraciones de la propiedad, con intereses
comerciales fortísimos como único sentido final de su
existencia, ya sea con el objetivo simple de ganar dinero o el más
complejo de dar poder a sus propietarios.
A las televisiones públicas hay que dotarlas de respaldos legales
y garantías jurídicas que les permitan el máximo
nivel de independencia. Resulta imprescindible la elección, al
margen de los intereses gubernamentales o partidistas, de sus máximos
gestores. Se debe procurar la no coincidencia con los periodos de legislatura.
El respeto al código ético de los periodistas hay que
reivindicarlo en todas las radiotelevisiones pero, siendo realistas,
conviene tener en cuenta que sólo se puede conseguir de inmediato
y hasta un plazo medio, en las radiotelevisiones públicas.
Se hace necesario, también, un compromiso político para
llegar a un modelo viable, sostenible y equilibrado de las empresas
públicas audiovisuales de las comunidades autónomas. Aún
preservando la autonomía de cada nacionalidad y de cada región,
el gran pacto de Estado por la televisión y la radio públicas
debe contemplar explícitamente la pervivencia, como servicio
público, de los entes audiovisuales territoriales.
La rentabilidad de las radiotelevisiones públicas se mide en
términos de servicio a la Sociedad, no en términos económicos.
Defenderemos en todos los foros:
- La necesidad de reforzar el sector publico audiovisual y la prioridad
de proporcionarle todos los medios precisos para realizar información
y programas que sean a la vez competitivos y de calidad.
- La adopción de medidas legales que garanticen realmente la absoluta
independencia de la Radiotelevisión pública del Gobierno
de turno.
- La elección parlamentaria del director general por mayoría
de dos tercios, cuestión imprescindible para tratar de garantizar
una cierta independencia porque en estos momentos el director general
de RTVE es nombrado directamente por el Gobierno y a él sirve con
gran dedicación y sumisa actitud y no a la Sociedad Española
como sería su obligación legal y moral.
- La doble financiación clara y transparente como marcan las normas
europeas y el Estatuto de la Radio y la Televisión.
- El respeto absoluto a los Principios Básicos de Programación
de RTVE..
- Una televisión pública que garantice el pluralismo, la
veracidad, la imparcialidad y los derechos fundamentales de las personas
en sus informaciones.
- Una programación plural, no marginal, ni elitista, con respeto
equilibrado a los derechos de las minorias y de las mayorias.No aceptando
planteamientos de separación entre programas de servicio público
y programas comerciales; todos son imprescindibles y cada uno cumple un
cometido diferente y a la par complementario.
- El desarrollo y mantenimiento del Centro de Formación de RTVE
(IORTV) y de la Orquesta y Coros.
- La puesta a disposición real de los ciudadanos de los Archivos
de RTVE, con agilidad y sin cortapisas.
- Una estructura territorial tal y como está consolidada, al servicio
de la pluralidad democrática y no del pequeño reino de taifas.
- El mantenimiento estricto de la plantilla actual, ya dimensionada a
la baja, con las reconversiones y reajustes de categorías que entendamos
necesarios, sin que esto repercuta contra los trabajadores.
- El control absoluto de la producción externa y de las formulas
aplicadas para su contratación.
- Las inversiones en Nuevas Tecnologías y su adecuación
a los recursos humanos.
- La creación de la Alta Autoridad del Audiovisual, independiente
de los Gobiernos.
- La creación del Defensor del Telespectador y del Radioyente,
también independiente del Gobierno y de la Dirección de
las RTVs.
- La implantación urgente de Estatutos de Redacción, Códigos
Deontológicos y Comités de Redacción, lo que impedirá
que los directores carguen sobre los profesionales decisiones que sólo
son fruto de instrucciones y ordenes de la propia dirección.
- Que la "deuda acumulada" no es de RTVE sino del Reino de
España y es el Gobierno, que se encarga de administrar los bienes
del Estado, quien debe asumir, buscar y plantear las formulas para resolverla,
liquidarla y no mantenerla ni un día más como una losa sobre
la gestión y la imagen pública de RTVE.
- Se deben exigir responsabilidades, no sólo políticas,
si se probaran casos de malversación de fondos o utilización
indebida de estos. Pero no cargar a los trabajadores y a la Sociedad responsabilidades
que no les corresponden, ni utilizar esta excusa para hurtar a la ciudadanía
española un servicio público imprescindible para su desarrollo
y maduración y la salud democrática del Estado.
- Cualquier Plan de Futuro debe ser consensuado en el Parlamento y pactado
con los Sindicatos.
EFE. SOCIEDAD ANÓNIMA DE TITULARIDAD ESTATAL
La Agencia EFE atraviesa momentos difíciles debido a su carácter
de empresa participada plenamente por el Estado y, a la vez, con el propio
Estado como principal cliente, en un período en que predominan
las políticas de austeridad, desregulación y privatización,
restringiendo al máximo el concepto mismo de servicio público
guiado por criterios de utilidad social en que se fundamentaban hasta
ahora las actividades informativas, tanto en España como en Latinoamérica
y otras áreas de influencia o interés estratégico.
La Agencia EFE es ahora, por sus servicios informativos y actividades,
la infraestructura más importante de habla hispana en cuanto a
la circulación de noticias y despliegue de medios para informar.
Esta infraestructura de medios y personal instalados en gran parte del
Planeta se configura como servicio de inevitable carácter público.
La iniciativa privada, en efecto, no está en condiciones de proporcionar
ese servicio público de utilidad social ni por razones económicas
ni políticas, al no poder aportar la suficiente garantía
de objetividad y pluralismo que su acción y sus estatutos le exigen.
Es incuestionable que la actividad de la Agencia EFE, social y económicamente,
aporta un importante valor añadido a empresas dedicadas a la información
y a la sociedad de habla hispana en su conjunto.
Por ello, no se pueden cambiar los criterios de asignación de
recursos e inversión desde el Estado en torno a normas de mercado
y rentabilidad económica cuando el criterio de satisfacción
de necesidades sociales, en este caso el despliegue de recursos técnicos
y humanos para dar información a la sociedad, no puede guiarse
únicamente por las demandas solventes, ya que sólo atenderían
las preferencias de los grupos de comunicación con el suficiente
poder adquisitivo.
Dibujado este escenario, hay que hacer las siguientes consideraciones:
La gestión de los sucesivos equipos de dirección ha consentido
una situación económica (cuenta de resultados) y financiera
(balance) totalmente irregular. Las pérdidas, que forman parte
de la tradición de la empresa, han colocado a Efe en varios ejercicios
en situación técnica de quiebra y, además, se ha
recurrido al endeudamiento en lugar de acompasar las aportaciones del
Estado a los costes reales de la Agencia.
El Estado, al ser la Agencia EFE una empresa participada al cien por cien,
no puede hacerla quebrar o desmembrarla, ya que tiene una responsabilidad
total sobre este servicio público y cómo se gestiona, y
es consciente de que esta actividad no puede, en términos globales,
ni sostener ni atender en su conjunto a criterios de mercado y rentabilidad
La saturación de los mercados tradicionales de revistas y diarios,
las dificultades presupuestarias de los pequeños abonados, suponen
una amenaza grave para EFE desde hace muchos años que se ha intentado
solucionar mediante el desarrollo de servicios innovadores que no han
logrado conseguir áreas de negocio interesante, y se han buscado
actividades de mercado que han fracasado en algunos espacios, llevando
a la empresa a una situación en que los costes laborales han llegado
a representar el 73 por ciento de los costes de explotación, situación
evidentemente difícil y que permite a gestores no comprometidos
con los objetivos sociales de la Agencia la propuesta simplificadora de
reducir personal, como se recogió en el Contrato Programa entre
la Administración General del Estado y la Agencia EFE firmado en
julio de 1998.
Ese Contrato Programa, del que deriva el Plan de Empresa que se ha seguido
en la Agencia hasta la fecha, saneaba la situación de partida mediante
una ampliación de capital, y se incrementaban sobre el papel los
ingresos tanto por una mayor contraprestación del Estado por el
servicio público como por la generación de nuevas actividades
en condiciones de mercado, pero, sobre todo, apuntaba una reducción
en costes, fundamentalmente de personal, que finalmente se ha traducido
en la pérdida paulatina en la calidad de los servicios informativos
de Efe.
La realidad es que la Dirección de EFE, durante el periodo en que
la Empresa perteneció a Patrimonio, no elaboró un plan de
empresa con fundamentos sólidos y se dejó para el futuro
una solución estable.
En estos últimos años, es clara la responsabilidad de la
Dirección en cuanto a la gestión empresarial, al no haber
sabido aprovechar las oportunidades del mercado o haber dejado prevalecer
criterios de oportunidad política sobre los de rentabilidad empresarial
en el surgimiento y lanzamiento de nuevas actividades informativas vinculadas
a la televisión digital; o también en el retraso en las
nuevas redes de información como Internet.
La Sociedad Española de Participaciones Industriales (SEPI), a
la que está adscrita ahora la Agencia Efe, ha finalizado un trabajo
de análisis interno de la estructura de la Empresa y ha concluido
que puede conseguir la estabilidad de su financiación para el futuro,
pero al cierre de estas líneas aún no ha presentado oficialmente
sus conclusiones.
La libertad de expresión y el derecho a la información recogida
en la Constitución corren un riesgo permanente derivado de la presión
de las circunstancias del mercado sobre la estabilidad empresarial de
los medios de comunicación. La Agencia EFE, por su titularidad
pública, puede compensar estas limitaciones si, compitiendo en
el mercado, desarrolla políticas de comunicación cumpliendo
las aspiraciones democráticas de pluralidad y participación
ciudadanas.
El derecho a la información plural e independiente corre el riesgo
en todas las redacciones de la mediatización de los profesionales,
riesgo que se aminora mediante la protección del secreto profesional
y la cláusula de conciencia, que deberían quedar arropados
en Efe por un Estatuto de la Redacción y una sindicación
mayoritaria de los trabajadores en las organizaciones de periodistas que
garantice la aplicación de los principios deontológicos
en la profesión del comunicador.
El trabajo redaccional que hacen los periodistas en EFE ha quedado minusvalorado
en los últimos años y los métodos de trabajo impuestos
por la Dirección de Información desconocen las Normas Básicas
de la Redacción para los Servicios Informativos que han estado
vigentes durante muchos años como garantía del buen hacer
de los periodistas de la Agencia. Esta situación ha generado en
las redacciones una falta de pulso profesional y una burocratización
que inevitablemente se refleja en el servicio que prestamos a los abonados.
Constatando esta realidad, el Foro de Periodistas ya aprobó en
Cádiz el 26 de abril de 1998 una resolución en la que ponía
de manifiesto la preocupación de toda la profesión periodística
de España por la situación en EFE y se instaba al presidente
de la Agencia a respetar la independencia informativa de las redacciones
respecto a grupos de presión políticos, así como
a hacer respetar la puntualidad, exactitud e imparcialidad de las informaciones
que se ofrecen a los abonados, recomendación que no ha sido escuchada
en estos años y que, por lo tanto, reiteramos una vez más.
La llegada de las cadenas de televisión autonómicas a partir
de 1986 debió ser aprovechada por la Agencia para establecer un
servicio de noticias TV que llenara el vacío en el mercado que
en aquel momento existía, espacio que fue rápidamente ocupado
por empresas que hoy consideramos competencia directa, al haberse limitado
EFE, principalmente, a la prestación de servicios de televisión.
La falta de visión respecto al negocio audiovisual y la falta de
voluntad para integrar este departamento en el resto de la empresa hicieron
que se desaprovecharan varias ocasiones para modernizar la Agencia Efe
y el departamento de TV está ahora en una situación delicada,
con una dirección incapaz de traer el volumen de negocio necesario
para hacerlo rentable y con una asignación de recursos insuficiente
en el Contrato de Servicios con el Estado.
En la actualidad, el intento de configurar una agencia de noticias de
TV está lastrado en su vertiente nacional por el intento de competir
con otras empresas privadas, dado que ni el marco laboral ni la orientación
pública e institucional que define el Contrato de Servicios con
el Estado permitirán nunca competir con empresas que basan sus
resultados económicos en el infraempleo.
Por otra parte, difícilmente se podrán defender los costes
de un servicio público con cargo a los presupuestos públicos
cuando no se atiende informativamente a las instituciones del Estado,
excepto al Gobierno, y la orientación es competir por una parcela
del negocio privado.
Ahora, ni se gana dinero ni este servicio tiene defensa como servicio
público. Pensamos que ha llegado el momento de que la Agencia Efe
asuma el papel que le corresponde en lo referente a la cobertura de información
institucional. Tenemos que estar presentes en todos los actos institucionales,
elaborar las informaciones y distribuirlas entre los canales de televisión
con el fin de que todos puedan acceder a este tipo de información
en igualdad de oportunidades.
Entendemos que para la consecución de este proyecto, la Agencia
necesita apoyo de las instituciones del Estado, y éstas deben valorar
el costo que supone la elaboración y difusión de este tipo
de información.
El análisis y las reflexiones anteriores nos llevan a plantear
una serie de propuestas, con carácter abierto, para abrir un debate
generalizado sobre el futuro de la empresa:
- Conseguir la participación activa de los trabajadores en la
marcha de la Agencia a través de una representación en el
Consejo de Administración y en las comisiones de seguimiento del
Plan de Empresa.
- Promover la clarificación y estabilidad en las fuentes de financiación
de la Agencia para evitar las situaciones de descapitalización.
- Promover un sistema de nombramiento del Presidente de la Agencia EFE
que garantice su independencia del Gobierno en el marco de un Estatuto
de Empresa Pública.
- Establecer un marco de participación en la línea informativa
de la Agencia y de garantías del trabajo profesional según
los principios deontológicos establecidos por las organizaciones
de periodistas.
- Promover un convenio sobre propiedad intelectual y derechos de autor.
- Promover un convenio sobre la implantación de nuevas tecnologías
en la Agencia.
- Conseguir la integración de todas las redacciones y servicios
de Efe en un proyecto multimedia capaz de absorber y dar respuesta a las
innovaciones tecnológicas previsibles en el medio plazo en el mundo
de la comunicación.
Presentado por Alfonso Diez (AGP-UGT).
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